Utopía irrealizable, inalcanzable, ¿para qué trabajar por ella? Ilógico resulta para algunos. ¿Por qué esforzarte por conseguir algo que de principio sabes que no alcanzarás? Porque la utopía sirve para señalar el horizonte y a partir de éste, definir por dónde caminaremos y entonces sí, trabajar con dirección; así nos los recordó Eduardo Galeano, utópico latinoamericano.
La historia de nuestra humanidad se ha caracterizado por ese dinamismo que el ser humano impregna gracias a la proyección, a la necesidad de perpetuación, de trascender que en parte nos define. Desde el origen de los tiempos, remontándonos al registro más antiguo que tenemos del hombre en la tierra, se ha encontrado que la especie homo inventó utensilios, herramientas, símbolos para poder estar en el ambiente del cual también dependía. Para comer, necesitó cazar, para cazar necesitó inventar herramientas, para repetir, necesito conservar, y conservando pudo reinventar.
Así podemos asegurar que una característica propia de lo que nos hace ser humanos, es esta capacidad proyectiva. Esta capacidad deviene de que el ser humano por naturaleza es teleológico, siempre trabajamos orientados a fines, conscientes o inconscientes, pero por un orientador es que actuamos. La conciencia trágica que mueve al ser humano a esta proyección, es porque nos sabemos finitos, como individuos, no la finitud de la vida. A partir de esta concientización es que se conjuga un modo de actuar, entre el deseo de trascender y la inmanencia (nuestro ser).
Teniendo claro por qué el ser humano constantemente proyecta y trabaja por ello, podemos entender el por qué hablar de utopía. Ahora la pregunta es, ¿y cuál es la utopía? ¿Cuál es ese horizonte que señalamos? ¿Quién o quiénes lo señalan? Los utopistas, como filosofía, siempre se han caracterizado por proyectar un mundo mejor para todos y para cada uno. En la historia de la humanidad el ser humano ha logrado, en muchos sentidos, dominar a la naturaleza, pero también la ha dañado; y a su paso también se ha dañado a él mismo como humanidad.
Partimos de la época que en la que estamos y vivimos. Principios del siglo XXI, los avances tecnológicos han caracterizado a la 3ra revolución industrial. Más que nunca hemos inventado y reinventado a la máquina, que en principio debía permitirnos una mejor calidad de vida a todos y a cada uno. Sin embargo, no se ha logrado y la crisis emerge. El sistema económico mundial, capitalista, se volcó sobre el individuo mismo. Incrementar la producción para movilizar más la economía y generar mayores utilidades a las grandes empresas a expensas del trabajo, mal pagado, del ser humano. La ideología neoliberal perpetuada por Estados Unidos de América nos de-formó. Se primó el individualismo, consumismo, la propiedad privada. Nos enfocamos en la invención de máquinas y en la invención de tecnologías para el control, o deseo de control, absoluto sobre la naturaleza (la del hombre mismo, y la del entorno en el que vivimos). Los resultados que hoy vemos son: altos índices de pobreza, violencia exacerbada por doquier, física, mental, espiritual; automatización de la vida, seres humanos enajenados y desingularizados, alienados a mensajes que la industria mediática nos envía, alienados a la idea de producción por producción, sin tener claridad de los fines, riqueza monetaria, comercial en lo individual.
La vida en comunidad se ha desvanecido. El ser humano se ha reducido a vivir para su única y sola supervivencia. La naturaleza ha sido gravemente dañada por todos los inventos tecnológicos. Cambio climático, desaparición de especies vegetales y animales, tierra lastimada para su cultivo, ríos, mares y lagos contaminados; y olvidamos que nuestra existencia en este mundo depende necesariamente de todo nuestro ambiente. Lo único que parece estar seguro si continuamos así es la catástrofe, sino es que ya la estamos viviendo. En nuestros discursos aún nos preguntamos si llegará la tercera guerra mundial, si abrimos bien los ojos, la tercera guerra mundial la vivimos desde hace varios años. Una guerra en retazos y permanente. Invasiones de países poderosos a países vulnerables, incremento de la invención de armas nucleares y para la destrucción masiva; ¿en verdad éste es el mundo en el que queremos vivir? Creo que no.
Necesitamos cartografiar nuestro mundo, y redefinir nuestros horizontes, y para ello proponemos una Pedagogía Contemporánea. La Pedagogía con vocación transformadora, filosófica, heurística, especulativa, propositiva, crítica, y racional. Pedagogía que requiere energía, un orientador y un legitimador, un aval que la autorice a proponer dicha transformación, que parte de la inmanencia del hombre (como especie) y que requiere conocerlo para así proponer un lugar de arribo para el hombre esta vez como Hombre. Le interesa que la humanidad se conserve como humanidad y para ello requiere del concurso de todos y de cada uno. Nuestro gran propósito es la humanidad.
La Pedagogía señala ese horizonte, y sabiendo hacia dónde queremos ir, es que propondremos los medios para alcanzarlos. Hemos de redefinir nuestros valores humanos, hemos de re-educarnos, re construirnos, re-hacernos haciéndonos. Porque este rehacernos es lo que también seguirá haciéndonos humanos.
Proyectos educativos, sociocomunitarios, políticos, artísticos, todos ellos tendrán que inventarse, pero para inventarse también debemos partir de una autocrítica individual y social. Lamentablemente, si se me permite así señalarlo, todos somos producto de nuestra historia, de un tiempo y un espacio y por ende estamos ideológicamente atravesados, nuestra forma de ver el mundo requiere que nos escindamos lo suficiente para en la crítica, también criticarnos.
Pintura Remedios Varo
“No hay estructuras objetivamente existentes, no existe un territorio predeterminado del que podamos levantar un mapa: es el propio acto de cartografiar el mundo quien lo crea”.
Fritjol Capra. La trama de la vida.